jueves, 31 de julio de 2014

Fiesta de espuma

Hace un tiempo empecé a notar que la ropa que salía de la lavadora, supuestamente limpia, tenía un olor raruno… y cada vez peor, un olor… no se muy bien como describiro… ¿Habéis ido alguna vez de acampada, de excursión por la montaña, con la mala suerte de que lloviera, con las catiuscas, la mochila, tres pares de calcetines que quedan calados, la cantimplora, el saco de dormir… y llegas al albergue o casa de colonias o tienda de campaña correspondiente y todo el mundo se quita el calzado y huele a humanidad, humedad y pies, todo junto, revuelto y revenido? Pues más o menos ese olor… vamos de lo más agradable para llevar a los niños al cole por las mañanas con la ropa “limpia” y quedar “bien”. 
Me puse a buscar en google y a preguntar a amigas, que pudieran haberse encontrado en la misma situación, a ver qué remedio milagroso hubiera, para quitar ese nauseabundo olor de la ropa y de la lavadora sin tener que comprarme una nueva, que no está la vida para estos gastos.

Me dijeron varios remedios caseros, entre ellos poner vinagre en la lavadora… que deseché desde el primer momento, no me pongo vinagre ni en la ensalada, no soporto ni el olor ni el sabor, como para que la ropa fuera oliendo a tan delicado aroma, prefería seguir oliendo a pies. Otro era usar un limpia cal que me limpiara las tuberías de la lavadora, pero aunque busqué por varios supers de la zona, no encontré nada que pusiera “te deja la lavadora como si fuera nueva” que ya lo podrían indicar así de clarito, porque hay chorromil productos de todo y para todo, pero ese en concreto yo no lo he encontrado. Otro remedio me gustó muchísimo y es el que puse en práctica, era poner bicarbonato en el cajetín del detergente y hacer un lavado a máxima temperatura, que me dije, ole, este lo han inventado para mí y ni corta ni perezosa metí un paquete de kilo que tenia de bicarbonato e hice el lavado, (nadie me dijo la cantidad y a ojo de buen cubero y teniendo en cuenta la cantidad de olor que tenía que hacer desaparecer, me pareció bien un kilo, que si el paquete hubiera sido de dos, pues dos kilos que le meto, como decía mi abuela, más vale que zobre, que no que zozofalte).
Quedó de maravilla, la lavadora parece nueva, la ropa vuelva a oler a limpio y yo encantada de la vida y por si acaso le meto a cada lavado un poquito de antical, para que no me vuelva a pasar, aunque si pasa, yo ya tengo el bicarbonato preparado.

Habida cuenta del éxito obtenido, y con los calores del verano, quedándome anestesiada cada vez que abro el lavavajillas, un olor entre rancio y a leche caducada, esa leche que en cuanto dejas un poco en la encimera, que uno de tus hijos no se ha terminado en el desayuno y que cuando vuelves de la playa por la tarde ya se ha hecho yogur…  He pensado, “tate, si con la lavadora funcionó, con el lavavajillas tres cuartos y mitad, ¿no? Y además hace poco leí a una chica que cada vez que ponía el lavavajillas le añadía un poco de fairy junto con la pastilla y que le quedaba todo niquelado. Pues ya me veis preparada, ilusionada, lista para dejar mi aparatejo como los chorros del oro y sin olores espeluznantes.

Pongo la pastilla y un chorretón de Fairy, que al cerrar el cajetín se sobresale, por si acaso le echo un chorretín (más pequeño) por encima de los platos y otro kilo de bicarbonato repartido al tun tun, porque ya no tengo ningún sitio concreto donde ponerlo, lo pongo en marcha y me voy, más contenta que unas pascuas, a la piscina a pasar la tarde.

Dios bendito… cuando volvemos tres horas después… la fiesta de la espuma de Salou al lado de mi cocina una simple reunión de champús… ¿Qué ha pasado?¿¡ De donde ha salido tanta espuma?! Por Dios niños no entréis en la cocina!!!
-¿Qué?
ya están dentro…
-El gatoooo, el gatoooo
El gato está saltando intentando coger todas las burbujas y aparece con lo que parece un gorro de papa Noel hecho de espuma. La espuma empieza a esparcirse por el piso, los niños gritando y chillando:
-Hoy nos duchamos en la cocinaaaaaa!!!
La comida del gato llena de agua jabonosa, las sillas de la cocina intentando nadar con sus patas traseras, la mesa mirándonos con desesperación “que me ahogo, que me ahogo” y el lavavajillas… el lavavajillas vomitando espuma como si no hubiera un mañana….

Resultado, cuatro cubos llenos de agua, por la taza del bater… (que no sabía yo si se lo tragaría… )cuarenta centímetros de altura de la cocina blanco, reluciente como los chorros del oro, (que ahora no me quedará  más remedio que hacer el resto de los azulejos y armarios, porque se nota…. Muy a mi pesar, se nota…), el lavavajillas ha sobrevivido a la vomitona y esta limpísimo no, lo siguiente, casi deslumbra, los platos… bueno… en cuanto descanse un poco de la paliza que nos hemos dado a evacuar la espumadera, tendré que volver a ponerlo, porque limpios lo que se dice limpios deben estar, pero tienen tantos restos de jabón y lo que no debe ser jabón que me da miedo poner sopa y hacer un spa.

Tengo que calcular un poco mejor las cantidades, consejo: no seais tan brutos como yo.

1 comentario:

  1. Jajajaja, eso es lo bueno de no tener lavavajillas.
    Pa la próxima pon la ropa en la cocina y harás un dos en uno: vajilla y ropa limpia con una sola lavada. Jajajaja.

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